VERSIÓ EN CATALÀ
Venecia no es una ciudad en este momento. Es una sensación. Una isla a la deriva donde cuesta mantener el equilibrio. ¿Alguien observa la ciudad realmente tras los objetivos de las cámaras? ¿Alguien recordará cómo era la belleza sin el filtro que buscamos a toda velocidad? La fugacidad de la luz, el instante falso. No nos ponemos de acuerdo sobre el color de mi vestido. Verde, azul...
Venecia no es una ciudad en este momento. Es una sensación. Una isla a la deriva donde cuesta mantener el equilibrio. ¿Alguien observa la ciudad realmente tras los objetivos de las cámaras? ¿Alguien recordará cómo era la belleza sin el filtro que buscamos a toda velocidad? La fugacidad de la luz, el instante falso. No nos ponemos de acuerdo sobre el color de mi vestido. Verde, azul...
Como frambuesas de manera compulsiva escondida en una de esas calles donde no llegan las góndolas. Balcones renacentistas llenos de flores, sábanas secándose al sol. Nadie mira. Nadie me ve. Me concentro en la llegada en tren a la estación de Santa Lucia. A menudo pienso que habría sido bonito conocerte llegando en tren a Venecia. Habríamos tenido banda sonora. Una de esas músicas que soy incapaz de reproducir y que suena siempre en mi cabeza cuando llego a Santa Lucia en tren. Venecia tiene la banda sonora imposible de nuestros encuentros.
Sé que sólo podría escapar de aquí en un autobús de color amarillo. Tus ojos transparentes observándome tras el cristal de aquella cafetería.
Unos segundos antes de que todo estalle.
Porque es eso lo que va a pasar, ¿no?Todo está a punto de estallar. Venecia
no es más una ciudad, es una sensación, una isla que se hundirá en el
momento en que alguien se decida a apretar el botón rojo.
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