Detrás de las estrellas estáticas, del ruido que hacen los insectos royendo implacables los cimientos de nuestra casa, detrás de la luz que se nos ofrece como salvadora, como desgracia, como límite de todo lo que no llegaremos a ser nunca.
Detrás de las cortinas, el paréntesis de obviedades que nos esconde de la bestia, detrás de la furia contenida en los límites. Todas las maldiciones se esconden en los límites, en el territorio que define la separación, la tierra de nadie, el planeta sin aire donde queríamos escapar, aguantando la respiración, estrellas estáticas, salvación o desgracia. No somos nada. No llegamos a la puerta. Nos devora. Un fantasma interestelar que huye del frío. Nos devora.
Se esconden los insectos esperando el momento para atacar.