VERSIÓ EN CATALÀ
Estábamos bastante convencidos de que el mundo no se acabaría, que no habría ningún colapso informático, que ninguna conjunción planetaria nos afectaría más allá de la belleza cósmica de imaginar los planetas alineados como criaturas de jardín de infancia que van de excursión. Nuestro sentido de la justicia nos obligaba a no creer en el fin del mundo. Teníamos 25 años. Era bonito tener 25 años. Era injusto morir a los 25 años aunque fuera una muerte comunitaria, aunque todos explotásemos en confeti apocalíptico, aunque después de la lluvia de fuego o el tsunami o lo que nos tocara en la lotería del cataclismo final no hubiera nadie para llorarnos, para recordarnos, para darle al play y que sonara nuestra banda sonora durante el funeral.
Estábamos bastante convencidos de que el mundo no se acabaría, que no habría ningún colapso informático, que ninguna conjunción planetaria nos afectaría más allá de la belleza cósmica de imaginar los planetas alineados como criaturas de jardín de infancia que van de excursión. Nuestro sentido de la justicia nos obligaba a no creer en el fin del mundo. Teníamos 25 años. Era bonito tener 25 años. Era injusto morir a los 25 años aunque fuera una muerte comunitaria, aunque todos explotásemos en confeti apocalíptico, aunque después de la lluvia de fuego o el tsunami o lo que nos tocara en la lotería del cataclismo final no hubiera nadie para llorarnos, para recordarnos, para darle al play y que sonara nuestra banda sonora durante el funeral.
La parte buena del fin del mundo era ésta. No quedaría nadie después del año 2000, el reset definitivo. Un planeta de fantasmas. Espectros buscando la manera de volver a empezar. Burlarse del armagedón era divertido. Exagerar el hecho. Estábamos seguros de que el mundo continuaría más o menos intacto el día 1 de enero de 2001. Que la arbitrariedad del calendario gregoriano no alteraría nuestros planes. De ninguna manera terminaríamos así cuando apenas empezábamos.
Nuestros planes .
No creíamos en el fin del mundo. Pero decidimos vivir aquel verano de 2000 como si lo fuera. Los Bloodflowers estaban de gira por Europa y nosotros decidimos seguirlos. De concierto en concierto. Como si se acabara el mundo. En septiembre comenzaríamos a trabajar. Nuestro primer trabajo en una escuela. ¿No se trataba de eso? Terminar la carrera, encontrar trabajo, comprar un piso... Estas cosas pasaban en el 2000.
Mientras buscábamos hostales donde alojarnos en nuestra persecución de los Bloodflowers yo pensaba que el Apocalipsis sería una buena manera de explicar que en septiembre no me incorporaría al trabajo en la escuela. Que no me dedicaría a explicar qué era el Renacimiento a un grupo de adolescentes. Que me iba. ¿Sabes lo de Babilonia y los Cuatro Jinetes ? Sabes .... esa iconografía tan bonita ... las trompetas ... la prostituta ... La Nueva Jerusalén? Sí, eso . Que me voy. A Jerusalén . Cuando termine la gira de los Bloodflowers. He encontrado trabajo. En Jerusalén .
Pero ya lo explicaría en septiembre. No tenía sentido adelantar la fecha del fin del mundo. Todavía nos quedaba todo un verano para ser punkis.
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