No me hables del infierno. No soporto cuando te pones dramático. Vamos a ser estúpidos y crueles sólo por hoy. Será fácil. Me vestiré de rosa y nadie sospechará.
Dejamos detrás nuestro una lista de ciudades malditas. Suena The man who sold the world en la radio de este bar feo donde desayunamos y que sabemos ni siquiera Bowie nos podrá redimir. ¿Por qué la gente sigue hablando como si nada? ¿Por qué no les cortamos la lengua a todos y la hacemos arder en el horno donde terminan todos los milagros?
Nos miramos buscando el aire de los peces suicidas. Yo
nunca perdí el control, Ian, destrucción mía, hayati, nuraini ... déjame
llevarte la contraria por esta vez. Déjame decirte hayati aunque para ti y para
tus ojos claros no tenga sentido. Desde que salí del desierto no le he vuelto a
decir hayati a nadie.
Hace días que dormimos poco y mal. Estamos tan cansados
y somos tan estúpidos que nos podríamos arrancar la cabeza el uno al otro y
devorarla anestesiados por la agonía
macabra de esta ciudad que no me cansaré nunca de maldecir.
Vamos a ser estúpidos y crueles.
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