Mis alumnos del instituto me han regalado, muy acertadamente, el último libro de Kenizé Mourad, En la ciudad de oro y plata, una bella historia de amor y rebelión en la India del siglo XIX. La reina Hazrat Mahal lucha para liberar a su pueblo de la ocupación inglesa junto a su amante clandestino en un entorno de guerra que les obliga a abandonar la lujosa vida que llevaban hasta ese momento.
Ya no tiene ganas de escribir poemas, tanto como antes le gustaba. Ella escribía para alegrar a los demás aportándoles belleza y sueños, para transmitir ideas, sentimientos, parcelas de vida, pequeñas piedras en el camino de serenidad que buscaba y que quería compartir. Hazrat Mahal no escribe para exhibir su dolor, le repugna el narcisismo enfermizo de quien considera sus miasmas tan dignos de interés que quiere que dependa de él el mundo entero. ¿Qué hay más banal que la desgracia? Todo el mundo lo experimenta diariamente. Todo el mundo se siente desgraciado. La felicidad, en cambio, es un arte y desde tiempo inmemorial los libros y las escuelas de filosofía han intentando trazar sus diferentes caminos. Y ella se inscribe en esta tradición.
Y desde tiempo inmemorial buscamos la manera de convertirnos en artistas de la felicidad mientras tratamos de liberarnos de la banalidad de sentirnos desgraciados. El hecho extraordinario es observar el hueco que hay entre la felicidad y la desgracia y quedarse un rato, descansando en la belleza de las cosas extrañas, inexplicables, efímeras. Decía Benedetti en Primavera con una esquina rota que nunca hubiera pensado que en la felicidad hubiera tanta tristeza. Y también que había que defender la alegría como una trinchera ...
El punto de encuentro entre la exhibición del dolor a que se niega la reina Hazrat y la exclusiva recreación de una felicidad artificiosa se encuentra en los márgenes de la belleza imperfecta de la desgralicidad.
O como sentirse feliz y desgraciado al mismo tiempo y ser capaz de explicarlo de alguna manera más o menos coherente
En la vida, la felicidad y la tristeza caminan juntas, de la mano... Creo que son hermanas. Solo excepcionalmente somos plenamente felices o desgraciados... En circunstancias normales, llevamos a las dos hermanas de la mano...
ResponderEliminarUn abrazo, amiga