Ian Curtis (1956-1980) |
Puntual como siempre. Llega el frío y sueño con Ian Curtis. Bailamos al límite del colapso, hacemos equilibrios sobre cualquier cosa que pueda soportar el peso de nuestras ansiedades. Él insiste en que el amor nos destrozará. Yo insisto en confundir sus ojos claros con los de otro. Recordamos el día de su suicidio mientras preparo galletas de vainilla. Le explico un cuento de niños perdidos y tiembla.
Hay hormigas paseando por el techo de la habitación. Esta habitación donde bailamos al ritmo de las obsesiones que nos reúnen al inicio de cada invierno. Dice que tiene frío y me lo creo. Tiene la mirada de alguien que tendrá frío para siempre. Cuando parece que está a punto de perder el control subimos a una silla y jugamos a cantar canciones en idiomas inventados. Idiomas de fantasmas. Cada vez más fuerte. Disparamos restos de galletas a las hormigas hambrientas que nos devorarán si no despertamos. Todo se descongela cuando cantamos abrazados como se abrazan los fantasmas en los sueños.
Ven a visitarme en primavera, maldito Ian Curtis, le digo sabiendo que no vendrá. Tengo la costumbre de mirarlo a los ojos y confundirlo con otro. Cantamos en la oscuridad que nos esconde de todos los miedos imaginados. Monotonía de espirales y nieblas. Su camiseta huele a noche eterna. Cualquier día, Ian, triste Ian, dejaremos de buscarnos y seremos mitad del sueño, mitad del lugar donde empiezan todas las batallas. Elegiremos entre la belleza y la paz, destrozados por la insalvable dualidad de no saber si hemos entendido la canción de la misma manera.
Algún día llegará el invierno y Ian Curtis no me encontrará en casa.
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