Quizás todo consiste en dejar que pase febrero, en observar de reojo el libro que lee el vecino del metro, en no ser capaz de recordar los versos exactos de aquel poeta porque hay ciertas cosas que se deben recordar cuando llueve y ahora no llueve y el aire sucio nos tapa como una cortina de desmemoria y no nos deja recordar por qué era importante dejar pasar febrero, espiar el libro del vecino, recordar los versos de aquel poeta ...
No me encontrarás nunca bajo la lluvia, ya sabes. Esperaremos tras los cristales de esta cafetería en Bloomsbury donde nos escondemos siempre a planear la mejor manera de quedarnos a dormir en el Museo Británico, acariciar la piedra Rosetta, perdernos entre tesoros que resuenan en nuestra alma como campanas, como recordar un sueño en blanco y negro donde ya nos conocíamos sin saberlo.
Dejar que pase febrero, cerrar todas las puertas de casa, alimentar gatos que no son nuestros, bajar a la calle a comprar un trozo de pastel de chocolate antes de que la lluvia londinense nos recuerde todas las cosas que hemos decidido olvidar.
No me encontrarás nunca bajo la lluvia, ya sabes. Esperaremos tras los cristales de esta cafetería en Bloomsbury donde nos escondemos siempre a planear la mejor manera de quedarnos a dormir en el Museo Británico, acariciar la piedra Rosetta, perdernos entre tesoros que resuenan en nuestra alma como campanas, como recordar un sueño en blanco y negro donde ya nos conocíamos sin saberlo.
Dejar que pase febrero, cerrar todas las puertas de casa, alimentar gatos que no son nuestros, bajar a la calle a comprar un trozo de pastel de chocolate antes de que la lluvia londinense nos recuerde todas las cosas que hemos decidido olvidar.
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